EL MURO DE LA MUERTE: RIESGO Y ESPECTACULO SOBRE RUEDAS

El Muro de la Muerte no es sólo un reto en el mundo del motor ni una simple atracción de feria. Sino una pasión por el riesgo que ha llevado al límite a incontables pilotos desde su invención hace aproximadamente un siglo.

Es a partir de los años 20 cuando el público comienza a dejarse hipnotizar por este curioso desafío de motoristas que giran dentro de lo que parece un gigantesco barril de madera. El grave sonido provocado por las motocicletas sobre los tablones, los gritos de los enfervorecidos espectadores, la tensión que provoca el ascenso de los pilotos hacia el borde del recinto… Todo forma parte de un apasionante y original espectáculo que tiene su origen en las carreras de bicis de los velódromos.

Fue en 1910, en California (EEUU), donde se habilitó la primera pista para correr con motor. El público se acercaba en masa a disfrutar de las carreras desde lo alto de las curvas de madera. A principios de siglo, estas competiciones en el ‘motordrome’  causaban furor entre aficionados e inversores entusiastas. Incluso las grandes marcas, como Harley e Indian, vieron un filón de oro para anunciarse. Hasta que estalló la burbuja.

Se produjeron una serie de accidentes de gravedad -e incluso alguna muerte-, lo que provocó un efecto dominó, primero en la afición, y después en los promotores, quienes desistieron de construir nuevos escenarios e invertir en el crecimiento de la actividad.

Sin embargo, dio pie a un novedoso formato, el Muro de la Muerte (Wall of Death) que comenzó formando parte de las ferias itinerantes que iban unidas al universo de las carreras. El escenario se achicó, prescindiendo de las rectas características de los velódromos hasta llegar a ser una circunferencia con apariencia de barril de cerveza, con un diámetro que medía entre 6 y 10 metros. Asimismo, la competición se fue sustituyendo por el espectáculo de lo asombroso.

Llamados por la curiosidad, el público disfrutaba al máximo con las acrobacias de los temerarios pilotos, sin ser conscientes en realidad del peligro que ellos mismos corrían si algunos de los acróbatas perdía el control de su moto y ambos salían despedidos hacia ellos. Por algo se les llama “pilotos suicidas”. Porque ponían, literalmente, su vida en juego.

Básicamente, la actividad consistía en girar con la motocicleta alrededor de la pared de madera de forma vertical, desafiando la fuerza de la gravedad gracias a la fricción y a la fuerza centrífuga. Unas veces, montando la moto sin usar las manos, otra veces sin los pies, e incluso con los ojos vendados o colocados de espalda. Lo importante era deleitar al personal y conseguir que la gente oliese el peligro. Por si fuera poco, a alguien se le ocurrió incluir en el espectáculo tigres y leones domados, que perseguían a los pilotos o incluso daban vueltas montados en sidecar como copilotos.

Las motocicletas de la vieja escuela, con el centro de la gravedad más bajo que las actuales, eran ideales para esta serie de acrobacias, en las que el piloto ponía en pie al público subiendo hasta el borde de la madera y recorriendo a la vertical toda la superficie de la pared.

El éxito fue tal que se calcula que en el periodo entre las dos guerras mundiales EEUU contaba con unos 100 shows del Muro de la Muerte repartidos por todo el país, mientras que en Gran Bretaña había medio centenar.

No fueron pocas las mujeres que saltaron a la fama del Muro de la Muerte: Margaret GastLillian La France o Cookie Crum, especialistas de las más populares y aclamadas por el público. Algunas de estas intrépidas mujeres llegaron a tener su propio recinto, como la inglesa Ivonne Stagg, en los 60. Otra de las mujeres especialistas más destacadas fue Samantha Morgan, conocida como Storm, una de las pilotos de los años 70, que desgraciadamente perdió la vida en 2008 a causa de las complicaciones de sus lesiones.

El Muro de la Muerte es una atracción de época que ha conseguido llegar hasta nuestros días, aunque la tendencia hace presagiar que no se prolongará demasiado en el tiempo. En la actualidad no llegan a la veintena los recintos existentes en todo el mundo, de los cuales sólo la mitad conservan la estructura original.

Uno de sus promotores en Europa es el piloto Bob Carew, quien construyó el Muro de la Muerte en Holanda y lo llevó hasta Rusia en una larga gira por el continente. Pero en 1939, con la Segunda Guerra Mundial, su equipo se vio obligado a huir y abandonar el recinto a su suerte.

Tras la guerra los rusos lo tomaron como suyo, rebautizándolo como Russian Devils, recorriendo mundo y cruzando el charco hasta Cuba, para culminar con la actividad en Sudáfrica, adonde se redescubrió hace unos 25 años y volvió a importarse a los Países Bajos.

En EEUU, Rhett Giordano, con su Indian Scout de 1927, es uno de los pilotos actuales que más público congrega alrededor de su Muro de la Muerte en Nueva Jersey, de los recintos más antiguos y mejor conservados del mundo (1938).

Otra de las figuras actuales más destacadas es el veterano Ken Fox, con más de 45 años de experiencia recorriendo Europa con su ‘troupe’. No en vano fue el experto Fox quien guió al multifacético piloto inglés Guy Martin, en su afán por batir el récord Guinness de velocidad en un Muro de la Muerte en 2016. Para ello debía superar los 96 km/h y logró la hazaña de rodar a 125,77 k/m con una Rob North T160 Trident, quedando, como él mismo reconocería después, a un paso de desmayarse.

También es una actividad lúdica muy celebrada en la India, donde se conoce como Pozo de la Muerte, y forma parte ya de su estrambótica cultura popular. Todo un singular espectáculo que habría que intentar ver, al menos, una vez en la vida...

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El Muro de la Muerte un emocionante espectáculo motero que no puedes perderte

EL MURO DE LA MUERTE: RIESGO Y ESPECTACULO SOBRE RUEDAS

El Muro de la Muerte no es sólo un reto en el mundo del motor ni una simple atracción de feria. Sino una pasión por el riesgo que ha llevado al límite a incontables pilotos desde su invención hace aproximadamente un siglo.

Es a partir de los años 20 cuando el público comienza a dejarse hipnotizar por este curioso desafío de motoristas que giran dentro de lo que parece un gigantesco barril de madera. El grave sonido provocado por las motocicletas sobre los tablones, los gritos de los enfervorecidos espectadores, la tensión que provoca el ascenso de los pilotos hacia el borde del recinto… Todo forma parte de un apasionante y original espectáculo que tiene su origen en las carreras de bicis de los velódromos.

Fue en 1910, en California (EEUU), donde se habilitó la primera pista para correr con motor. El público se acercaba en masa a disfrutar de las carreras desde lo alto de las curvas de madera. A principios de siglo, estas competiciones en el ‘motordrome’  causaban furor entre aficionados e inversores entusiastas. Incluso las grandes marcas, como Harley e Indian, vieron un filón de oro para anunciarse. Hasta que estalló la burbuja.

Se produjeron una serie de accidentes de gravedad -e incluso alguna muerte-, lo que provocó un efecto dominó, primero en la afición, y después en los promotores, quienes desistieron de construir nuevos escenarios e invertir en el crecimiento de la actividad.

Sin embargo, dio pie a un novedoso formato, el Muro de la Muerte (Wall of Death) que comenzó formando parte de las ferias itinerantes que iban unidas al universo de las carreras. El escenario se achicó, prescindiendo de las rectas características de los velódromos hasta llegar a ser una circunferencia con apariencia de barril de cerveza, con un diámetro que medía entre 6 y 10 metros. Asimismo, la competición se fue sustituyendo por el espectáculo de lo asombroso.

Llamados por la curiosidad, el público disfrutaba al máximo con las acrobacias de los temerarios pilotos, sin ser conscientes en realidad del peligro que ellos mismos corrían si algunos de los acróbatas perdía el control de su moto y ambos salían despedidos hacia ellos. Por algo se les llama “pilotos suicidas”. Porque ponían, literalmente, su vida en juego.

Básicamente, la actividad consistía en girar con la motocicleta alrededor de la pared de madera de forma vertical, desafiando la fuerza de la gravedad gracias a la fricción y a la fuerza centrífuga. Unas veces, montando la moto sin usar las manos, otra veces sin los pies, e incluso con los ojos vendados o colocados de espalda. Lo importante era deleitar al personal y conseguir que la gente oliese el peligro. Por si fuera poco, a alguien se le ocurrió incluir en el espectáculo tigres y leones domados, que perseguían a los pilotos o incluso daban vueltas montados en sidecar como copilotos.

Las motocicletas de la vieja escuela, con el centro de la gravedad más bajo que las actuales, eran ideales para esta serie de acrobacias, en las que el piloto ponía en pie al público subiendo hasta el borde de la madera y recorriendo a la vertical toda la superficie de la pared.

El éxito fue tal que se calcula que en el periodo entre las dos guerras mundiales EEUU contaba con unos 100 shows del Muro de la Muerte repartidos por todo el país, mientras que en Gran Bretaña había medio centenar.

No fueron pocas las mujeres que saltaron a la fama del Muro de la Muerte: Margaret GastLillian La France o Cookie Crum, especialistas de las más populares y aclamadas por el público. Algunas de estas intrépidas mujeres llegaron a tener su propio recinto, como la inglesa Ivonne Stagg, en los 60. Otra de las mujeres especialistas más destacadas fue Samantha Morgan, conocida como Storm, una de las pilotos de los años 70, que desgraciadamente perdió la vida en 2008 a causa de las complicaciones de sus lesiones.

El Muro de la Muerte es una atracción de época que ha conseguido llegar hasta nuestros días, aunque la tendencia hace presagiar que no se prolongará demasiado en el tiempo. En la actualidad no llegan a la veintena los recintos existentes en todo el mundo, de los cuales sólo la mitad conservan la estructura original.

Uno de sus promotores en Europa es el piloto Bob Carew, quien construyó el Muro de la Muerte en Holanda y lo llevó hasta Rusia en una larga gira por el continente. Pero en 1939, con la Segunda Guerra Mundial, su equipo se vio obligado a huir y abandonar el recinto a su suerte.

Tras la guerra los rusos lo tomaron como suyo, rebautizándolo como Russian Devils, recorriendo mundo y cruzando el charco hasta Cuba, para culminar con la actividad en Sudáfrica, adonde se redescubrió hace unos 25 años y volvió a importarse a los Países Bajos.

En EEUU, Rhett Giordano, con su Indian Scout de 1927, es uno de los pilotos actuales que más público congrega alrededor de su Muro de la Muerte en Nueva Jersey, de los recintos más antiguos y mejor conservados del mundo (1938).

Otra de las figuras actuales más destacadas es el veterano Ken Fox, con más de 45 años de experiencia recorriendo Europa con su ‘troupe’. No en vano fue el experto Fox quien guió al multifacético piloto inglés Guy Martin, en su afán por batir el récord Guinness de velocidad en un Muro de la Muerte en 2016. Para ello debía superar los 96 km/h y logró la hazaña de rodar a 125,77 k/m con una Rob North T160 Trident, quedando, como él mismo reconocería después, a un paso de desmayarse.

También es una actividad lúdica muy celebrada en la India, donde se conoce como Pozo de la Muerte, y forma parte ya de su estrambótica cultura popular. Todo un singular espectáculo que habría que intentar ver, al menos, una vez en la vida...

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