Los pequeños impactos de la gravilla de la carretera, algunas limpiezas con materiales demasiado agresivos, e incluso el continuo roce de nuestro cuerpo, acaban por desmejorar la apariencia de la pintura de nuestra motocicleta.
No se trata sólo de una simple cuestión de estética. Ignorar estos pequeños desperfectos es algo que nos puede pasar una factura mayor a medio plazo. Si los rasguños no son tratados, la moto va a quedar más expuesta a los agentes externos y acabará por oxidarse con el tiempo al perder su capa protectora.
La cuestión es: ¿Cómo podemos hacer desaparecer esos indeseables arañazos e imperfecciones de nuestra moto? Puliendo las zonas pintadas de nuestra máquina con cierta frecuencia. Así lograremos que nuestra moto luzca tan brillante y protegida como recién comprada.
El primer paso antes de ponernos manos a la obra con el pulido es lavar la moto, haciendo especial hincapié en las zonas que van a ser pulimentadas. Un buen lavado a conciencia es fundamental para un resultado perfecto.
Asegúrate de elegir un lugar a la sombra, con un suelo firme, sin desniveles, y comienza una vez que la motocicleta se haya enfriado del todo. Tenemos que asegurarnos de secarla perfectamente, que no quede ningún rastro de agua, y mucho menos de polvo o suciedad, elementos que podrían acabar rayando la pintura.
Para el procedimiento del pulido no se necesitan demasiados elementos. Hoy en día incluso se pueden encontrar kits de pulido con todo lo necesario en tiendas especializadas. Para los que prefieren hacerse con los materiales de forma individual, no hay que olvidar un paño de microfibra que no deje restos, tres lijas de diferentes granos y un líquido de pulimentar o ‘polish’ eficiente.
El polish es un preparado líquido con agentes abrasivos que actúa directamente sobre los arañazos reparándolos y restableciendo el brillo original de la pintura de la moto.
Una vez tenemos a la mano todos los materiales y la moto está limpia y seca, es el momento de proceder al pulimentado. Comenzamos por lijar las zonas estropeadas, realizando siempre movimientos en la misma dirección. Este lijado debe ser progresivo, sin ser demasiado fuerte, para librarnos únicamente de la película de la pintura que está dañada sin hacer mella en las demás.
Seguidamente procedemos a aplicar el pulimento, con un paño especial, y dejamos que actúe hasta que se seque por completo. Hay que evitar, eso sí, concentrar de forma irregular la fuerza de la mano. La clave está en aplicar el pulimento de manera suave, para no ahondar más en los desperfectos. Una vez seco el producto, toca retirarlo y limpiar de nuevo la moto.
Si quieres hilar todavía más fino, te aconsejamos utilizar una esponja de acabado y podrás conseguir un resultado de efecto espejo impecable. Seguro que para ti es importante que tu motocicleta conserve su pintura original, pero no ya sólo porque se vea bien. Con un buen pulido a tiempo estarás evitando también los demoledores efectos del óxido y el consiguiente deterioro de la carrocería.