Ráfagas al cielo para rendir homenaje a uno de los grandes del mundo custom. El pasado 22 de febrero nos dejaba, a sus 79 años, Arlen Ness, después de toda una vida dedicada a la customización de motos americanas. “Para mí las motos han sido como un gran viaje, desde que me dedico a las motos todo ha sido maravilloso... Hemos podido ir a cualquier lugar del mundo y siempre nos hemos encontrado con amigos, es algo fantástico”, recogía su perfil de Facebook a modo de despedida.
Y es que Arlen Ness no era sólo un fabricante de motos. Algunos han llegado incluso a coronarle como el rey del custom. Desde niño, este norteamericano de Minesotta (1939) se sintió atraído por las motocicletas, en especial por la Harley Davidson. Quién le iba a decir que acabaría convirtiéndose en uno de los mayores exponentes del diseño custom.
Durante los años 60, Ness trabajó como carpintero de aluminio y como transportista de muebles antes de cumplir su sueño de tener una Harley. Cuando tenía 31 años logró ahorrar los 300 dólares que le pedían por una HD Knucklehead de 1947. Con la transformación de aquella moto mediante una mano de pintura y un aumento del tanque de gasolina, Ness consiguó el primer premio en el Show Bike de San Francisco (1967), convirtiendo a ‘The Untouchable’ en una pieza única y excepcional.
A este galardón le seguirían bastantes más, lo que le impulsó a dejar otros trabajos y dedicarse por entero a la customización de motos, inaugurando su primera tienda de motos y accesorios en Dublin (California) en 1970. Aquella primera bicicleta Harley, de depósito alargado y pintura personalizada, marcarían el sello de Ness durante décadas. Una estética inspirada en los Dragster, con motocicletas muy bajas, extremadamente alargadas y manillares extendidos hacia atrás.
Su labor como preparador de motos fue ‘in crescendo’ hasta el punto de fundar su propia empresa Arlen Ness Inc. El estilo inconfundible de sus magníficas creaciones le valieron fama mundial, numerosos reconocimientos, como el de Constructor del año, título que consiguió en varias ocasiones de forma consecutiva, y lo catapultaron, a partir de 1992, al Salón de la Fama del AMA Motorcycle.
Ahora, con su muerte, sus grandes creaciones consideradas auténticas joyas, como sucede con la Ferrari Bike o la Toodbar, quedan huérfanas, así como su empresa netamente familiar queda en manos de su hijo Cory y su nieto Zach, quienes también heredaron su pasión por las motos.
¡Hasta siempre, crack!